El dia en el que he pasado más miedo con la meteo fue el 4 de octubre de 2007. ese día marcó un antes y un después en mi vida. Intentaré resumir lo que sentí en pocas frases.
Volvía a casa del colegio y me encontré con la tormenta de frente. Ese día no había mirado ni una predicción así que el fenómeno me plilló 100% desprevenido. Al llegar a casa ya se podía ver el arcus verdoso asomando por el SW, las barbas del arcus viajaban a toda velocidad y a muy baja altura. Detrás de la nube, una cortina opaca y amarillenta iluminada constantemente por relámpagos, la frecuencia de relámpagos fué desproporcionada; unos dos o tres por segundo. El silencio y la calma eran absolutos
ni un soplo de aire, ni un pájaro NADA. De vez en cuando caía de la negra base de la tormenta alguna descarga nube-mar (muy poderosa y brillante) que iva seguida de un estruendo ensordecedor y que hacía temblar las ventanas de toda la casa. La oscuridad fué imponiéndose, se encendió el alumbrado público y la gente empezó a recoger los toldos y a bajar las sombrillas, recuerdo sus caras de preocupación. La oscuridad era brutal en esos momentos y no me extraña pues la tormenta alcanzó una altura de hasta 20Km (muy por encima de la troposfera).
A medida que la tormenta se acercaba el corazón me latía más y más rápido. Me temblaban las piernas, noté un escalofrío que me recorría la espalda y un hormigueo cálido en el estómago: una rara mezcla de temor y excitación, en ese momento creo que había más adrenalina que sangre corriendo por mis venas
El arcus ya casi estaba encima, la gente se empezaba a poner nerviosa y todo el mundo parecía tener fija la mirada hacia el SW. La calma llegaba a su fin, el aire estaba cargado de electricidad estática, recuerdo la tensión casi insoportable que se respiraba en esos momentos. No pasaron ni dos minutos y ya entró la primera ráfaga de viento. Fué tremendamente violenta, las macetas empezaron a rodar por la terraza y las sillas salieron despedidas. Entonces se desató la locura... la visibilidad era muy reducida por no decir nula, empezaron a volar todo tipo de objetos: ramas cenizeros, macetas, sombrillas, sillas... la lluvia viajaba en espesas mantas de agua acompañando al viento. Se fue la luz y decidimos cerrar la persiana porque estaba el salón lleno de agua y no sabíamos si las ventanas ivan a aguantar el envite de los vientos huracanados. Me fui corriendo a la habitación a buscar una linterna, estaba a oscuras escuchando el vendaval, la casa retumbaba (no exagero) las persianas se zarandeaban con una fuerza increible y por las ventanas silbaba el viento con mucha rabia. Tenía el corazón en la boca, no me tenía en pié y con una emoción que no se puede expresar con palabras.
Los 15 minutos que duró la locura me parecieron eternos, la luz se iva y volvía y la oscuridad era terrible. Poco a poco la cosa se fué calmando. Aun se oían truenos lejanos cuando decidí salir a ver lo que había pasado. Decenas de personas salieron a la calle. había palmeras tumbadas, árboles arrancados de cuajo, se había desmoronado una chimenea de hormigón y había parquings anegados, cristales rotos, muros derribados, postes de luz en el suelo, ramas sobre coches, toldos rasgados... imposible describirlo con palabras. Nos llamaron de Madrid para preguntar si estábamos bien porque vieron por el telediario lo que había ocurrido.
Esa tormenta fué brutal, desproporcionada para la latitud en la que vivimos y eso que el tornado que afectó el polígono industrial de Can Valero debió ser el triple de bestia que los vientos que registré en mi casa. Los días posteriores había miedo y intranquilidad en la población, se cancelaron las clases y la gente estaba asustada en general. En cuanto a los avisos, creo que ningún meteórologo sabía bien lo que iva a acontecer esa tarde en Palma, el aviso naranja no impidió la muerte de un hombre, los cientos de heridos ni los miles de daños que se ocasionaron.
Hace ya más de seis años de aquello pero aquella tormenta ha quedado grabada a fuego en mi recuerdo, es un episodio que me marcó para siempre, realmente no asimilé lo que había pasado hasta mucho después, y cada vez que lo recuerdo se me ponen los pelos de punta y la piel de gallina.